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Resurrección de un país de papel

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Un poco de paciencia, que tengo que contar esto desde el principio.

Hace ya una buena cantidad de años, en medio de uno de mis mayores baches creativos, recuerdo que tuve la idea de drenar un poco de contenido en internet por medio de un proyecto que en aquel entonces titulé «País de papel». Originalmente se trataba de un grupo de Facebook cuyo principal objetivo era invitar a gente a que se uniera y reseñara obras de narrativa venezolana, desde una perspectiva completamente no-académica, con textos breves y tratando de abarcar no sólo el disfrute subjetivo de las obras sino también los mecanismos internos de la narración, aquello que hacía que esas historias funcionaran (o no). El proyecto nunca despegó del todo, el grupo quedó prácticamente desierto y la cantidad de textos nunca llegó a dos dígitos siquiera. Luego Facebook cambió sus términos y condiciones, cerró los grupos y me obligó a transformar «País de papel» en una página. El cambio de fachada me animó un poco, a decir verdad, y pronto intenté retomar esa experiencia añadiendo una foto de perfil y una de portada. La foto de perfil es lo que terminaría convirtiéndose para mí en el símbolo de todo el proyecto: la portada de la edición original de Doña Bárbara de 1929, modificada y tuneada de forma diferente cada mes. El resultado salta a la vista.

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El caso es que nuevamente el proyecto quedó en el olvido. La página nunca subió de los 12 megustas, y yo para entonces estaba metido de lleno en otras cosas y dejé todo tal como estaba. Me olvidé de toda la idea de «País de papel» hasta un par de años más tarde.

Entonces, a finales del año pasado, tuve otra idea para entrarle al tema de popularizar la literatura venezolana a como diera lugar. Fue así como utilicé la «marca» de «País de papel» para crear un directorio de escritores venezolanos en Twitter, ordenados por número de seguidores. La cosa fue principalmente un ejercicio masivo de ociosidad, pero me permitió descubrir algunas cosas, como que el escritor venezolano más seguido en Twitter es Leonardo Padrón y que el segundo más seguido, Boris Izaguirre, está más de un millón de seguidores por debajo. Para poder hacer este directorio tuve que crear una cuenta de Twitter para «País de papel», una cuenta sin ningún tweet y que únicamente agregaba a estos autores a una lista. Por un descuido mío, olvidé hacer dicha lista privada, así que cada uno de estos escritores se enteró del momento en que esta misteriosa cuenta los agregaba a algo de lo cual ellos no tenían mucha idea.

El caso es que nuevamente la cosa quedó allí. Nada surgió de aquella iniciativa, pero de repente sucedió algo que no me esperaba: por algún motivo que se me escapa, la página de Facebook de «País de papel» comenzó a recibir megustas, uno tras otro, día a día, sin que yo creara ningún contenido y sin que yo la promocionara. De repente, en pocos días pasó de tener 12 míseros seguidores a los 52 que tiene en este momento, todo en un espacio de apenas un par de semanas, sin que yo hiciera nada.

De manera que he decidido dar otro paso en la dirección de algo. He abierto un blog llamado (obviamente) País de papel donde voy subiendo micro-reseñas de 300 palabras o menos sobre obras de narrativa venezolana. Estas micro-reseñas las había estado escribiendo hasta la fecha en Goodreads, pero como sé que no todo el mundo se pasa por allí, he decidido darles un lugar donde ponerlas bien ordenadas y donde puedan hacer algo de bien. ¿Por qué narrativa? Pues porque no soy lector asiduo de poesía, y mientras sea yo el único que escriba eso seguirá siendo así.

Como no me leo un libro todos los días la periodicidad de las entradas de País de papel no será tan recurrente como este blog. No tengo ni idea de cuánto durará esto o de si llegará a algo, pero aquellos que quieran leer algunas divagaciones subjetivas sobre libros de autores venezolanos (cosa que ciertamente no abunda en la red) ahora tienen un sitio más donde ir.

Nos vemos.

PD: A pesar de que nunca le he tenido miedo al autobombo, este NO ES el motivo por el que abrí País de papel. Juro solemnemente desde ya que en él jamás me verán hablar de mis propios libros. Sin embargo, este blog en el que estás ahora es otra cosa, así que les recuerdo que mi novela Una espada duende estrena su segundo capítulo este domingo, y que si quieres estar al tanto de todo lo mejor que puedes hacer es apuntarte a mi lista de correo. Te prometo que vale la pena. 

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Es mi cumple así que les traigo yo un regalo

Hoy, 13 de septiembre, es mi cumpleaños. Comparto fecha de natalicio con Roald Dahl, Jacqueline Bisset, Don Bluth y (no lo olvidemos), Super Mario. Como de costumbre, no tengo pensada ninguna celebración que no sea pasar un domingo lo más vago posible, algo de entrada nada fácil ya me desperté a las 6 de la mañana por culpa de un felino cuadrúpedo que exigía alimento a la peor hora posible.

Pero una cosa si les quiero decir: a pesar de que es mi cumpleaños, el regalo lo traigo yo. Hoy, domingo 13 de septiembre, ha salido el primer capítulo de mi nueva novela, Una espada duende, y lo puedes leer desde ya en mi cuenta de Wattpad o en mi cuenta de ISSUU. Es un trabajo con el que me siento muy contento, y si te gusta, no solamente puedes enviarme los comentarios que quieras sino que también te pediré que corras la voz. Mi principal interés es que la novela les guste, pero también quiero saber hasta dónde es capaz de llegar.

Como ya comentábamos antes, esta nueva novela no tiene nada que ver con Dragún, y aunque tiene lugar en el mismo universo mi idea ha sido crear una nueva historia con nuevos personajes y una mitología propia.

Nos vemos al otro lado.

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Nueva novela y una declaración de intenciones

Es el momento de tomar las armas otra vez.

Hace ya casi dos años, decidí meterme en aguas desconocidas con mi segunda novela, Burami y el Rey Rojo. Estaba ansioso por sacarla y no tenía paciencia para esperar veredicto editorial alguno, así que la fui publicando por entregas de forma gratuita sometiéndome así al juicio de los lectores, el cual poco a poco fue llegando, por fortuna de forma positiva.

Algunos meses luego de estar terminada, Burami y el Rey Rojo salió a la venta en forma de libro y dejó de estar disponible en el blog. Si no tienes una copia, puedes hacerte con una muy fácilmente. En lo personal, creo que en los años que pasaron entre mi primera novela, Dragún, y esta segunda, aprendí muchas cosas que me permitieron crecer como escritor. Al menos como el escritor que quiero llegar a ser.

Ahora, mientras todavía espero el pistoletazo de salida editorial que saque a la calle El habitante de la sombra, nuevamente no me he podido aguantar y he decidido compartir con ustedes mi nueva novela, una que también publicaré a lo largo de doce entregas semanales.

El título de esta nueva novela es Una espada duende.

La historia detrás de la escritura de esta novela es muy larga. Tenía la historia en mente desde hace más de diez años, incluso mucho antes de publicar Dragún. Está ambientada en el mismo mundo que mis novelas anteriores, pero la historia transcurre mucho tiempo después y es completamente independiente. Es también mi homenaje particular a una historia de carácter heroico que fue una de mis primeras lecturas de joven y a la que siempre termino volviendo de alguna manera. De hecho, fue así como asumí su escritura desde un principio: quería que Una espada duende fuese mi versión particular del Beowulf, la gesta heroica por excelencia.

Con la novela quería también escribir una historia en la que los protagonistas no fueran humanos. De hecho, la historia está narrada desde el punto de vista de Ívikor de Goria, un duende verde que un día se ve metido de lleno en una aventura cuando su primo, Avanor, le recluta para una hazaña que habrá de poner sus nombres en los libros de historia: Ásenval, la antigua espada del rey de los duendes, ha reaparecido después de haber estado perdida durante siglos, y con ella podrán regresar a la tierra natal de todos los duendes y liberarla del mal que causó su caída tanto tiempo atrás.

Si quieres saber más, puedes comenzar a seguir esta historia a partir del próximo domingo 13 de septiembre, como un regalo que les hago el día de mi propio cumpleaños. Los capítulos podrán ser leídos en línea desde la plataforma de ISSUU o desde Wattpad, a donde los iré subiendo cada semana tras avisarlo por aquí. También podrás leerlo a través de una lista de correo que pienso abrir en los siguientes días.

Y con eso, no tengo nada más que decir por hoy, pero próximamente iré soltando más detalles para mantenerlos a todos al tanto. Sólo espero que el texto hable por sí solo, y espero que ustedes me acompañen en esta nueva hazaña como me han acompañado hasta ahora.

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Crono-estadísticas del cine de Michael Bay: una tesis

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Viendo (creo que por decimoquinta vez) La roca (The Rock, 1996), me he decidido a airear mi única verdadera queja hacia Michael Bay: la duración de sus películas. Lo cierto es que siempre he creído que si una película va a durar más de hora y media, más le vale tener una muy buena razón para ello. Por lo visto nadie se lo ha dicho nunca al señor Bay, así que en honor a esa paradoja que significa hacer cine de acción de gran metraje, aquí les ofrezco algunos datos estadísticos producto del ocio:

Hasta la fecha Michael Bay ha estrenado 11 largometrajes como director.

Esos largometrajes suman la nada despreciable cifra de 26 horas y 53 minutos, con un promedio de aproximadamente 2 horas 27 minutos por película.

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El «menos largo» de sus largometrajes fue el primero: Dos policías rebeldes (Bad Boys, 1995), con 1 hora y 58 minutos. Es la única de sus películas que dura menos de dos horas.

La más larga (hasta la fecha de este escrito) es, Pearl Harbor (2001): 3 horas y 3 minutos.

Desde su estreno en 2007, cada entrega de la saga de Transformers ha sido más larga que la anterior. Transformers: la era de la extinción (Transformers: Age of Extinction, 2014), con 2 horas y 45 minutos, es su segunda película más larga.

Una predicción: Su próxima película, a estrenar el año que viene, se titula 13 hours: The Secret Soldiers of Bengazi (2016). De continuar la tendencia, es probable que 13 horas sea precisamente lo que dure.

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Una espada duende

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Hay ocasiones en las que no puedo evitar ausentarme por largos períodos de tiempo, a veces mucho más de lo que me hubiese gustado. En realidad no tengo excusa para ello más que el simple hecho de que escribir con regularidad en el blog o en las redes sociales se me da muy mal, pero trato de compensarlo lo mejor que puedo, y en este caso me ha parecido que lo mejor que podía hacer era volver a inaugurar la bitácora trayendo un nuevo trabajo.

Así es: este disimulado regreso a las redes intenta no ser una vuelta con las manos vacías, y es por eso que esta entrada sirve para presentar lo que será un adelanto de mi cuarto libro (y segunda novela): Una espada duende. Al igual que como hice con Burami y el Rey Rojo, la idea es irla publicando en una serie de doce entregas semanales que estarán disponibles para todos ustedes a partir del próximo 13 de septiembre, como un regalo que les haré a todos en la fecha de mi propio cumpleaños. Aún no he decidido del todo cuál será la forma en que la haré llegar (el método de los archivos descargables que usé anteriormente no funcionó tan bien como deseaba) pero en los próximos días irá apareciendo aquí en el blog. En esta página también hablaré un poco de la novela y de cuáles fueron las ideas detrás de ella.

Lo que sí puedo adelantar es que será una novela unitaria (es decir, no forma parte de saga alguna) y que no tendrá absolutamente nada que ver con Dragún, a pesar de que seguirá perteneciendo al género fantástico y que está ambientada en el mismo universo de las dos novelas anteriores, sólo que mucho después y con una historia completamente independiente. También les puedo adelantar que con esta novela he querido escribir un trabajo heroico que funciona a la vez como mi propia versión del Beowulf. La referencia viene al caso porque precisamente otra de las cosas de las que quiero hablar en los siguientes días es de las diferentes lecturas que me llevaron a este nuevo trabajo, y por primera vez quiero ir hablando de cómo fue su proceso de creación. Por este motivo, la novela que a partir de dos semanas tendrán ustedes tiene mucho de work in progress, una muestra de un trabajo que constantemente está puliéndose y que seguramente verá la luz en forma de libro definitivo una vez que su etapa por entregas haya terminado y ustedes puedan darme su opinión.

Así que ya lo saben: muy pendientes en los próximos días, porque estaré hablando de cómo se podrá acceder a la novela, aparte de otras cosas que en su momento se me vayan ocurriendo.

Y como siempre, gracias por estar aquí.

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Tres versiones de Blancanieves

En la primera de una serie de entradas que tocan el género de fantasía en la literatura y el cine, pensé que sería una buena idea dejar por escrito un par de ideas acerca de tres versiones cinematográficas de Blancanieves y los siete enanos que he tenido la oportunidad de ver en los últimos meses. El motivo de esto no es sólo la coincidencia temporal sino también el hecho de que las tres versiones intentan alejarse, cada una a su manera, de lo que es el relato original y la forma como normalmente se ha llevado a la pantalla. 
La primera de estas películas es Blancanieves: la verdadera historia (Snow White: A Tale of Terror, 1997), un telefilme de la cadena Showtime que, tal como lo afirma el título, reinventaba el cuento de los hermanos Grimm en clave de historia de terror gótico, una tendencia muy probablemente animada por la notoriedad que en los noventa alcanzaron títulos como Drácula de Bram Stoker (Bram Stokers’s Dracula, 1992), Frankenstein de Mary Shelley (Mary Shelley’s Frankenstein, 1994) o incluso Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire, 1994). La fidelidad con la historia original es más bien poca, algo que está más que compensado con la forma en que la película toma decisiones arriesgadas en cuanto a la forma como tradicionalmente se ha tratado este cuento. Entre dichas decisiones está la banda de forajidos que sustituye a los siete enanos, la ruptura de la clásica historia de amor al hacer que Blancanieves se prende de uno de los bandoleros dejando a un lado al príncipe, y sobre todo la mayor atención que se presta a la reina malvada, quien es la verdadera protagonista de la historia. La reina es el personaje más complejo de la película, la que tiene la evolución más pronunciada y sobre todo la que cuenta con la mejor interpretación gracias a una soberbia Sigourney Weaver en el papel. El tema de la magia negra está muy bien desarrollado también y contiene alusiones bastante fuertes al incesto y el canibalismo que no desentonan con la crueldad del cuento original. De las tres versiones que mencionamos hoy, esta es probablemente la mejor con todo y las limitaciones impuestas por su formato televisivo. 
La segunda versión es Mirror, Mirror (2012), una producción de este año dirigida por Tarsem Singh, un director de origen indio famoso por la grandiosidad visual que imprime a sus obras y que en el pasado ha hecho subir varios enteros a películas que normalmente no pasarían de ser meros sub-productos. Con un tono diametralmente opuesto al ejemplo anterior, la película de Singh muestra la historia de Blancanieves como una simpática e inofensiva comedia de fantasía no muy diferente a lo que en su momento fue la cinta de Rob Reiner La princesa prometida (The Princess Bride, 1987). En esta ocasión la película también resta importancia a Blancanieves para hacer mayor hincapié en su malvada madrastra, interpretada aquí por Julia Roberts, quien borda el papel al mostrar a la reina como un personaje malvado pero lleno de picardía y con un sentido del ridículo admirable. Tiene mérito que diga esto porque la Roberts nunca ha sido una actriz que me caiga particularmente bien, pero aquí reconozco que está fenomenal y logra dar con el tono preciso en una cinta que se muestra en todo momento luminosa y ligera sin llegar a ser condescendiente con el público. Es quizás el único ejemplo reciente que puedo encontrar de lo que en otro momento se conocía como «cine familiar», algo destacable en una época en que las películas para niños y las películas para adultos parecen estar cada vez más diferenciadas. De las tres versiones es quizás la menos ambiciosa y la estética grandilocuente de Tarsem Singh le da un aspecto artificial como si fuese una obra de teatro filmada, pero aún así es muy recomendable dentro de su ligereza y candidez (únicamente la representación del espejo mágico y el espíritu que dentro de él habita otorga un punto tenebroso a la película). Aparte de eso tiene la que sin duda es la más guapa de las tres Blancanieves aquí mencionadas.
La última y más reciente de estas tres versiones es Blancanieves y la leyenda del cazador (Snow White and the Huntsman, 2012), también de este año y anunciada y anticipada desde hace ya un tiempo. De las tres es quizás la más ambiciosa comercialmente hablando, y aunque no es lo que se dice una mala película, sí es aquella en la que sus carencias se hacen más evidentes. Agradezco sin duda alguna el que intente hacer con la historia algo distinto al convertir el cuento de Blancanieves en una épica de fantasía al estilo de El señor de los anillos (influencia que se hace más que obvia a lo largo del metraje) y muestra sin duda grandes aciertos de estética que la acercan a otras películas de aventuras un tanto oscuras como Willow (1988), de Ron Howard, pero en ocasiones es demasiado solemne y gran parte de su material está tomado con una seriedad tan exagerada que la adentra en los terrenos de la comedia involuntaria. Parte de este fallo viene dado por un guión bastante caótico y un poco efectivo elenco en el que destaca una sorprendentemente nefasta actuación por parte de Charlize Theron como la reina malvada. Los protagonistas no es que estén mucho mejor, con una Kristine Stewart bastante fría y Chris Hemsworth haciendo lo que puede con un personaje totalmente prescindible para la película (lo digo en el sentido más literal: a pesar de estar en el título, el cazador realmente no aporta nada al argumento y podría perfectamente haber estado ausente). La película tiene sin duda sus aciertos en todo lo que concierne a las artes de magia negra de la reina y su recreación visual, pero sufre con su descafeinada y sobre todo inconclusa historia de amor y un regodeo un tanto morboso en el imaginario cristiano que convierte a Blancanieves en una especie de santa virgen completamente fría e inaccesible más que como símbolo para fanáticos religiosos. Esta idea está claramente evidenciada en el tramo final de la película y choca de forma frontal con el eco-paganismo mágico de la que sin duda es la mejor escena de la cinta: una visita a un bosque mágico que no es sino un plagio de La princesa Mononoke (Mononoke-hime, 1997). No tengo nada en contra de esto (de hecho, si vas a plagiar algo mejor que sea algo bueno) pero no hace sino demostrar que el guión es en gran medida un batiburrillo de grandes éxitos fantásticos que han funcionado en el pasado, hasta el punto en que deja de lado incluso el propio cuento de Blancanieves; no deja de ser significativo que esta es la única versión del cuento (hasta donde sé) en la que el espejo mágico no tiene un papel importante. Hay una escena en la que tiene relevancia, por supuesto, pero sospecho que está allí más bien por compromiso ya que la película deja bien claro que el espejo no es la fuente de los poderes de la reina.

De forma que esas son mis impresiones de estos tres ejemplos de Blancanieves que he visto recientemente. De las tres, recomendaría sobre todo la primera, pero las tres versiones son tan diferentes que pueden ser disfrutadas cada una por lo que és. Una cosa que las tres tienen en común y que me llamó la atención, sin embargo, es la presencia de una subtrama que pone a Blancanieves encabezando una lucha armada contra la reina, lo que por fortuna habla de una revisión de los cánones clásicos por parte de la narrativa actual. En todo lo demás, cada versión es lo suficientemente distinta para hallar cada una su propio público.
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Dos cosas increíbles que me han ocurrido este año

Parece que el 2012 no es el año del Apocalipsis después de todo.