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La hija de la española

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Si algo me queda claro tras leer otras opiniones es que lo que más dificulta una lectura sincera de La hija de la española es su condición de fenómeno editorial. Esto es así porque hay varios elementos de esta novela que parecen estar siendo aprovechados para hacer de ella una especie de obra testimonial acerca de los horrores de la Venezuela chavista, cosa que en mi opinión es limitarla un poco y a la vez sobredimensionarla. Lo cierto es que se trata de una crónica muy personal e intimista que pone el foco en una realidad muy específica como es la del exilio de una generación de venezolanos desvinculados de su identidad precisamente por ser descendientes, a su vez, de inmigrantes que en su día hicieron el mismo viaje en sentido contrario. Es alrededor de esta idea que giran las principales señas del libro, algo presente sin duda en su premisa de suplantación de identidad, pero también en prácticamente todas las etapas de la vida de su protagonista. Es algo incluso visible a nivel metaliterario: el ambiguo vocabulario venezolano/español, las referencias culturales empleadas y, sobre todo, la decisión consciente de su autora de no llamar por su nombre a los protagonistas políticos reales de su historia a pesar de que en ningún momento se nos oculta que es en la Venezuela actual donde está teniendo lugar el argumento.

Mentes más cínicas que yo podrán pensar que estos detalles están allí no por una voluntad literaria sino más bien como una estratagema de markenting para lograr la empatía de un público más universal, y quizás tengan razón, pero por mi parte son precisamente esas decisiones las que le dan unidad temática a una novela muy bien construida que sabe a dónde quiere llegar y para ello hila ese discurso de crónica política visto a través de una huida personal y una ambientación que parece sacada de una distopía post-apocalíptica. Como novela es muy sencilla; es más corta de lo que parece, los capítulos son muy breves, ocurren pocas cosas y muestra una estructura narrativa muy básica que hemos visto ya en muchas ocasiones, pero es mucho más efectiva de lo que estaba dispuesto a concederle y pienso que con el tiempo ganará como una de las obras representativas de la pérdida de un páis, o al menos de la idea de un páis que quizás existía sólo en la mente de los que lo dejaron, pero que no por eso es menos real.

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The Ballad of Black Tom

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The Ballad of Black Tom, del americano Víctor LaValle, esconde tras su breve extensión (149 páginas en mi copia) un muy interesante relato de terror cósmico mezclado con fantasía urbana y misticismo fatalista. Lo novedoso de este libro no es tanto su argumento, ya que este es muy básico y en la línea de los trabajos de Lovecraft (a quien el narrador hace referencias muy evidentes que cualquiera podrá señalar), sino la perspectiva que se ha escogido a la hora de construirlo: en directa contraposición con el muchas veces frío y elitista mundo lovecraftiano, LaValle ambienta su historia en el corazón de Harlem durante los años veinte, y su protagonista, aquel que se encuentra cara a cara con el horror oculto tras las paredes de su mundo racional, es un hombre negro movido no por el ansia del conocimiento sino por su lucha contra el siempre presente demonio de la pobreza, echando mano de forma utilitarista de toda una herencia cultural mágica que está a su disposición y que va incrementándose hasta el final de la obra.

Sólo esto que he mencionado aquí sería suficiente para hacer de este un libro destacable, pero incluso dentro de este esquema La Valle prepara una sorpresa al compartir la narración con la perspectiva de otro personaje, un detective blanco movido por la curiosidad y cuyo punto de vista tradicionalmente lovecraftiano se coloca de forma frontal a la figura de “Black Tom” y su mundo oculto de dioses antiguos. Es en el enfrentamiento entre estos dos personajes, su particular actitud ante el horror y su apego al universo cuya destrucción se avecina donde está el auténtico drama de la novela y sus aspectos más memorables, sobre todo en un tipo de relato de horror con unos esquemas muy manoseados y que aquí al menos han conseguido un ángulo poco usual.

Lo más interesante de todo esto es que LaValle consigue dar la vuelta a la visión que el propio Lovecraft tenía de la cultura afroamericana y su carácter moral, no tomando el camino fácil de hacer de su protagonista un héroe, sino haciendo por el contrario una exploración del Mal como consecuencia de la pobreza y la destrucción del orden como una en ocasiones inevitable catarsis ante la opresión. Como gran parte del terror cósmico, es una novela un tanto cínica en cuanto a sus conclusiones y por momentos creo que podría incluso haber sido reducida a un formato de relato breve, pero como mirada cuestionadora de Lovecraft me ha dejado francamente impresionado.


Esta entrada se publicó por primera vez en el portal La Nave Sonda.

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Rubicón

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No había leído nada hasta la fecha de J.G. Mesa, pero casualmente sí que había tenido noticias acerca de Rubicón ya que fue finalista del premio Alberto Magno de ciencia-ficción y vino además recomendada por gente de cuyo criterio me fío mucho. Además tiene a su favor una premisa muy interesante que termina siendo algo muy distinto a lo que originalmente prometía. Se trata de un relato de sci-fi militar que habla no tanto sobre ecología como del trauma de la violencia y lo que esta causa en la mente del capitán de una nave de guerra, quien ante la llegada del fin del mundo y en medio del éxodo de la raza humana a Marte decide embarcarse en una misión descabellada: capturar junto a un grupo de guerreros Masai un ejemplar del león africano, última pieza de una muestra de todos los grandes depredadores de la Tierra, que el capitán desea llevar consigo a lo que será el nuevo hogar de la humanidad.

Es esta premisa y su mensaje de heroísmo suicida lo mejor sin duda de la novela, una trama muy original que atrapa desde el primer momento haciendo subir las expectativas del lector. Por este mismo motivo resulta tan extraño que el espacio que finalmente se le da a la caza del león sea tan corto y se resuelva en tan pocas páginas, hasta el punto de que lo que a todas luces parecía ser el argumento principal de la historia termina convirtiéndose en un evento más. La captura del león, el viaje con los Masai y la frenética carrera contra el tiempo antes de la inminente llegada del asteroide son cosas que la novela despacha en pocas páginas y, lo que es más desconcertante aún, dejando para el clímax una revelación importante que abre un abanico de posibilidades enorme para desarrollar la historia en otra dirección.

Creo, sin embargo, que esto es algo que tiene que ver con el formato de novela breve que Rubicón se empeña en mantener aún en detrimento de su propia premisa. Ignoro si esta versión es la misma que resultó finalista del Alberto Magno o si por el contrario hubo algún proceso de reescritura, pero pienso que tal como está contada esta historia tenía dos posibilidades: o bien ser desarrollada en un formato de novela más larga, explorando el muy sugerente y amplio mundo en el que tiene lugar la trama o, por el contrario, reducir su extensión a un relato breve enfocándose únicamente en la secuencia de la caza del león y el viaje del protagonista con la tribu Masai en medio del Apocalipsis, lo que habría subrayado mucho más los temas tan ricos que esta historia propone. Tal como está, me parece que se queda a medio camino entre estas dos cosas, sin aprovechar realmente sus posibilidades.

Fuera de esto es un libro con un estilo muy ágil y un manejo muy interesante de la acción, e insisto: se trata de un argumento muy original que resulta mucho más destacable en un contexto como el de la ciencia-ficción de corte militar. Ignoro si habrá una continuación, pero lo que realmente me apetecería sería una versión más larga de la misma historia.


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Dark Fantasies

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Dark Fantasies es el título de la nueva antología de relatos fantásticos de ediciones Sportula, con cuentos seleccionados por Mariano Villareal. Menciono estos nombres con la absoluta certeza de que los conocen ya que el historial de antologías que han traído es considerable, especialmente las tres entregas de Terra Nova y otra selecciones como Castillos en el aire y la excelente A la deriva en el mar de las lluvias y otros relatos. La diferencia esta vez reside en que, al contrario de la mayor parte de los libros anteriores, nos encontramos ante un libro difícil de clasificar y a una selección un tanto más heterogénea, puesto que pese a que los relatos giran en torno a un eje temático de cuentos más oscuros y una vertiente más dada al terror y la fantasía (en lugar de la preferencia por la ciencia-ficción de selecciones anteriores), lo cierto es que esta vez los cuentos escogidos muestran una mucho mayor variedad y se hace difícil dar un sentido unitario a todo el volumen. Esta es su principal fortaleza, y a la vez su mayor carencia.

Dividido en dos partes, el libro hace una clara distinción entre una primera mitad titulada Dark Fantasies, dedicada a relatos traducidos de otros idiomas, y una segunda mitad titulada Oscuras fantasías, dominada esta vez por cuentos escritos originalmente en castellano. Tengo que decir aquí que, contrariamente a lo que mis prejuicios adelantaban, el nivel de los relatos en español de la segunda mitad me ha parecido (en general) considerablemente más alto. Aquellos de la primera mitad, entre los que se encuentran obras y autores premiados y cuyos nombres sonarán a muchos que estén más o menos al tanto de los nuevos valores actuales de la literatura fantástica, me han parecido algo desiguales en cuanto a calidad, cosa que no ocurría en otras antologías de Sportula y que aquí ha tenido sus altibajos. Como siempre, hay un equilibrio entre firmas muy conocidas con una larga trayectoria, y autores más jóvenes, aunque algunos de los relatos me han parecido poco atractivos y (creo yo) seleccionados más por ideas que manejan en cuanto a estructura, tema y personajes y no tanto por lo trabajado del texto.

En esta primera mitad veo también una preferencia por textos que en cierta manera parodian los subgéneros que tocan, a veces de forma un tanto predecible e ingenua, y de hecho los que me han parecido los mejores relatos han sido aquellos que por el contrario hacían honor al tono oscuro de la antología con resultados realmente inquietantes como Cuando termina, él la coge de Eugie Foster y Cántame tus cicatrices de Damien Angelica Walters, mi favorito de los cuentos y el más memorable o por lo menos el que dejó mayor huella en mí. Soy perfectamente consciente, eso sí, de que mi tibia impresión con los textos puede tener que ver con el hecho de que cada relato contó con un traductor distinto, una práctica poco habitual y que en mi opinión pudo haber contribuido a la ya de por sí difícil heterodoxia de la selección.

Por otro lado, es en la segunda mitad del libro cuando a mi juicio la antología guarda sus mejores armas, porque la selección de los relatos en castellano me pareció mucho más atractiva y dotada además de una mayor coherencia interna. En este caso los relatos son seis (no diez como en la primera mitad) pero el nivel es altísimo y varios de ellos son tan ricos en atmósfera y tan atractivos en cuanto a su premisa que llegan a tener la misma fuerza de una novela. En este caso mis favoritos han sido Profundo, profundo en la roca de Ferrán Varela (una maravillosa obra de fantasía oscura de ambiente chamánico que me dejó fascinado) y una magnifica historia de terror de Elia Barceló titulada Humo y espejos. A diferencia de los cuentos de la primera parte, las seis piezas que componen esta segunda mitad tienen en común el tema de los fantasmas, espíritus y la presencia constante de la muerte en sus páginas, además de ser relatos realmente oscuros, perfectamente acordes con el espíritu de la antología.

Sospecho que esta diferencia de nivel entre las dos mitades tiene mucho que ver con algo que el propio Mariano Villareal comenta en el prólogo acerca de la creación del libro, y es la idea de dar salida a obras y cuentos que por cuestiones de temática no hubiesen calzado tan bien en antologías anteriores en las que ha trabajado. De ser así explicaría al menos en parte lo ecléctica de la selección, aunque no tengo forma de demostrarlo. Donde también se nota esto (en esta ocasión de forma muy positiva) es en la diversidad que hay en cuanto a autores y temáticas; aparte de una mayor presencia de autoras y de la inclusión de relatos provenientes de países no-anglosajones, hay una casi absoluta mayoría de protagonistas femeninas en ambas mitades del libro, lo que manifiesta un interés explícito por lograr una mayor inclusión y representación en el tratamiento de lo fantástico en la literatura.

Mentiría si dijera que Dark Fantasies está al nivel de otras antologías seleccionadas por Villareal, pero sí que forma parte de una labor titánica de dar visibilidad a obras y autores que normalmente no llegan por medio de los canales comúnmente establecidos. También consigue el delicado equilibrio entre ofrecer una versión personal de lo que la literatura fantástica tiene para ofrecer y al mismo tiempo hacernos cuestionar nuestro propio criterio y prejuicios en cuanto al género. Con los altibajos esperables de cualquier selección, me ha parecido un volumen muy atractivo que, una vez más, me ha obligado a tomar nota de varios autores que debo revisar en el futuro.

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El sueño de los muertos

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El sueño de los muertos es la segunda entrega de la saga El segundo ocaso, un muy ambicioso proyecto de seis novelas (cuatro de ellas publicadas en el momento de escribir estas líneas) de la escritora Virginia Pérez de la Puente. Debo señalar que los dos primeros libros de la saga se pueden leer en cualquier orden, aunque me pregunto hasta qué punto esto ha sido una decisión artística de su autora y no una auto-imposición fruto de tener los derechos de ambos libros en editoriales distintas, una situación muy incómoda que por desgracia conozco bien.

Quiso la suerte que este fuera el más largo de los cuatro libros que me había prometido reseñar para octubre, y debo decir que de las cuatro obras es aquella a la que le tenía más ganas. El motivo es que ya había leído hace algún tiempo la primera entrega, La elegida de la muerte, y me había gustado mucho. Recientemente la he vuelto a leer para preparar esta reseña y me ha seguido pareciendo igual de buena, así que si no la han leído y les gusta el tema de la fantasía épica, les recomiendo encarecidamente que lo hagan.

Hasta donde he leído al menos, la obra de Virginia Pérez de la Puente no es realmente rompedora en lo que se refiere al género que toca. Tanto en este como en los otros libros suyos que he leído encontramos varias de las constantes de la fantasía épica que ya conocemos, pero con todo y eso hay espacio para elementos propios que con el tiempo no sólo he aprendido a relacionar directamente con su autora sino que también demuestran un interés por construir una obra sólida y coherente. Uno de estos elementos es quizás la creación de un sistema de magia que depende de las relaciones interpersonales, en los que el poder mágico que (en la mayoría de los casos) constituye el argumento principal casi siempre tiene que ver con un «vínculo» creado entre los personajes; ocurre en La elegida de la muerte, ocurre en cierta medida en Hijos del dios tuerto (novela perteneciente a otra saga distinta de la misma autora) y ocurre por supuesto en El sueño de los muertos. Este aspecto sobrenatural es quizás lo más interesante que la novela tiene.

Fiel a su estructura y aspiraciones de novela-río, en El sueño de los muertos hay cuatro tramas que se mueven paralelamente: los intentos de Danekal, príncipe heredero de Novana, por resolver el misterio tras el atentado a la vida de su padre; una extraña magia presente en almas gemelas con la que Danekal por lo visto tiene una fuerte relación; una inminente invasión al reino de Novana por parte de unos viejos enemigos, y una sangrienta y muy gráfica descripción de un culto que comienza poco a poco a apoderarse del reino vecino. Estas cuatro tramas paralelas construyen un libro más complejo y elaborado que la primera parte de la saga, sin duda alguna, pero esta estructura es también, en mi opinión, su debilidad.

Aquí está el problema para mí: estas cuatro tramas son relatos prácticamente independientes sin casi conexión entre ellos. La primera, aquella de Danekal investigando el atentado a su padre, no parece tener la más mínima importancia para el personaje principal, quien constantemente deja dicha búsqueda de lado como si le molestara, y la cuarta trama, aquella de la secta religiosa, es algo completamente aparte que no tiene ninguna relación con las demás, por lo que resulta obvio que se trata de material de preparación para futuras entregas. Esto de por sí no me parecería ningún problema, pero es que los otros dos argumentos tampoco parecen ser tratados con la relevancia que se debería dar a una trama principal.

Es así como, por ejemplo, la trama acerca de aquella magia que une a Danekal con una misteriosa mujer en sus sueños es algo a lo que se le dedican suficientes páginas para que, en teoría, fuera el argumento principal, pero resulta demasiado críptico y ambiguo para ello; la naturaleza o las reglas de dicha magia no se nos revelan sino casi hasta el final, y cuando lo hacen es de forma muy apresurada y basada principalmente en diálogos de exposición, sin el descubrimiento gradual que se daba en la primera novela, y en cambio con escenas un tanto reiterativas que repiten constantemente lo que parece ser el motivo principal de esta magia: que los protagonistas no pueden estar separados. Este concepto ya queda claro desde la primera escena pero por lo visto el libro necesita repetirlo en muchas ocasiones.

En cuanto a la última de las subtramas, aquella de la invasión, se trata muy previsiblemente del clímax de la novela, pero la manera como llegamos hasta ella se siente muy distanciada del resto del argumento, por lo que en ningún momento llegué a sentir esa invasión como una amenaza que se iba formando. Por el contrario; mucho más aterradora era la posibilidad de una lucha con la secta antes descrita, pero al final esa trama sí que fue dejada de lado y «resuelta» de una forma un tanto abrupta sin dejarla en un punto emocionante para el siguiente volumen.

Aquí está mi conclusión: como libro, El sueño de los muertos me ha parecido una obra mucho mejor escrita que La elegida de la muerte. Los tres años que separan ambas novelas muestran una gran evolución en la técnica de su autora, sobre todo en los diálogos y en el uso del lenguaje, infinitamente superior en este segundo tomo. Tiene además un ritmo más ágil, un manejo mucho más maduro de la subtrama amorosa, y me gusta el uso de los diálogos como exposición a pesar de que en ocasiones, como decía antes, pueda ser excesivo. El caso es que a pesar de estar mucho mejor escrita, el argumento no me ha atrapado tanto como en la primera novela, y peca quizás de ser un tanto larga y dispersa en ocasiones, hasta el punto de que me cuesta realmente decir cual es la trama principal, a juzgar por el tratamiento que se le da.

Pero con todo y eso es un libro muy interesante, con una voz propia, y enmarcado en el que quizás sea uno de los proyectos más ambiciosos con los que me encontrado en la fantasía en castellano. Sólo por eso ya vale la pena, y el resto de la saga caerá con toda seguridad ante mis ojos.

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#LeoAutorasOct: La momia y la niñera

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Siguiendo con estas reseñas del #LeoAutorasOct, el segundo libro que había prometido comentar es La momia y la niñera, una novela corta de Tamara Romero, y un texto que me ha sorprendido mucho porque ha terminado siendo algo muy distinto a lo que inicialmente me esperaba. Debo empezar aclarando que este es el segundo libro que leo de esta autora, ya que previamente la había «descubierto» con Arcana, una muy recomendable novela a medio camino entre la fantasía y la ciencia-ficción. Pero aquel era un trabajo muy distinto, la primera entrega de una saga ambiciosa tanto a nivel argumental como temático, mientras que este libro del que hablo hoy es una historia de monstruos no sólo breve sino además muy sencilla y directa, aunque al igual que la obra anteriormente citada sigue fiel al estilo de la llamada ficción weird que Romero por lo visto ha desarrollado en otros trabajos.

La momia y la niñera, además, tiene muchos puntos en común (o al menos así me ha parecido) con la serie The Twilight Zone, con la que tiene grandes paralelismos ya desde su estructura: la historia comienza en un suburbio de clase media cuya normalidad se ve rota por la irrupción de lo sobrenatural, algo que además es enfrentado con naturalidad pero al mismo tiempo con el sentido de la maravilla que inevitablemente acompaña a este imaginario de monstruos clásicos y criaturas surgidas de la imaginación.

Como decía antes, es una historia muy sencilla con pocos personajes y que se resuelve de forma muy lineal y rápida, tanto que sentí por momentos que el conflicto no era tanto como originalmente se planteaba. Sin embargo, lo interesante aquí no es tanto el argumento como el tono de fantasía en medio de lo cotidiano que la novela muestra prácticamente desde sus primeras páginas. En ese sentido es una novela más conseguida que Arcana, aunque personalmente esta me sigue pareciendo más interesante por las posibilidades que abre. Lo que sí destaco es que a partir de esa referencia que mencionaba antes (básicamente, la famosa serie de televisión de Rod Serling), este libro toca un tema muy interesante al que me gusta volver, y es de la posibilidad que tiene la ficción de materializarse en la realidad por medio del acto creativo, y la pérdida del control sobre aquellos «monstruos» que creamos con nuestra mente.

Pero todo esto que menciono arriba suena mejor en la propia novela. Como decía, es un libro muy sencillo que funciona sobre todo como primer acercamiento a la obra de Tamara Romero y como catálogo de lo bizarro y lo imaginativo. No es una historia en la que los monstruos den miedo; por el contrario es una en la que se pone de manifiesto cuánto amamos a los monstruos.

Mi copia digital de La momia y la niñera fue adquirida en la Kindle Store de Amazon.

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#LeoAutorasOct: Alucinadas 2

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La primera de las cuatro reseñas que he prometido para este #LeoAutorasOct es, por supuesto, para Alucinadas 2 (Palabaristas, 2016), antología de relatos de ciencia-ficción en castellano escritos por mujeres, y un libro al que le tenía muchas ganas desde hace un buen tiempo puesto que el primer volumen (que aprovecho para recomendar una vez más) me gustó mucho y las características de esta propuesta dan para una antología muy variada que además sirve para mitigar mi ya de por sí considerable desconocimiento de la literatura de género en español, más aún tratándose de escritoras.

Tanto es así que de las diez autoras de este segundo tomo, lamento admitir que únicamente conocía a una (Sofía Rhei, la única que repite de las autoras del primer volumen), incluso teniendo en cuenta que entre las restantes hay algunas con varias obras publicadas con las que me tendré que hacer tarde o temprano.

En cuanto al libro en sí, está muy en la onda de la primera parte, en el sentido de que las diez historias que la componen son muy diferentes en cuanto a tono, estilo e incluso subgénero de ciencia-ficción al que pertenecen, aún cuando pareciera que la exploración espacial y el cyber-punk tienen un lugar preferencial en el universo personal de estas autoras, así como la enorme influencia de Ursula K. Le Guin como madrina espiritual de estos textos. Sí eché en falta, sin embargo, una mayor uniformidad en cuanto a la calidad de los relatos, algo que el primer volumen había logrado y que aquí no se nota tanto. Con esto lo que quiero decir es que en esta ocasión no ha habido tantos cuentos destacables como la primera vez, aunque la mayoría de estos sí son de un nivel superior a la media que suelo encontrarme en antologías en castellano.

Lo que sí quiero destacar es que, al igual que como ocurría en el primer Alucinadas, los cuentos que la componen no están (en su mayoría) explícitamente enfocados hacia un discurso de género. Es decir, si bien la antología en sí misma sí que es una declaración de visibilidad de las mujeres en la ciencia-ficción, este no es un tema que se toque en los cuentos que la componen, algo muy coherente con el (excelente) prólogo de esta edición en el que se habla de la necesidad de este tipo de antologías pero al mismo tiempo del peligro de convertir a la literatura escrita por mujeres en un «género aparte» o una rareza, una reflexión por otro lado acertadísima y que por desgracia he visto ocurrir, como todos los que estudiamos Letras en Hispanoamérica durante los noventa.

En resumen, es un excelente libro, quizás no al mismo nivel que su predecesor, pero con una muy buena selección y sobre todo manteniendo la misma variedad de estilo que hizo de la primera antología algo tan atractivo. Por lo visto la propuesta tendrá continuidad, ya que se ha anunciado la convocatoria para la tercera entrega. Recomendadísimo.

Mi edición digital de Alucinadas 2 fue adquirida en Lektu.

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Anómala (Ronald Delgado, 2013)

Anómala (2013) es el cuarto libro de cuentos de Ronald Delgado, aunque de momento sólo he tenido oportunidad de leer aparte de este los dos anteriores, Réplica (2010) y La tierra del cielo sin sol (2012). Hablar de su último libro se me hace imposible sin mencionar su, tal como lo afirma el prólogo, militancia con la ciencia-ficción, resaltando el detalle de intentar sacar adelante una obra dedicada a este género en medio del ambiente editorial venezolano. Lo sé, es un ángulo bastante banal que no debería importar nada a estas alturas del calendario, pero es mejor sacar ese tema de una vez para poder dejarlo atrás. De hecho, si en algo estoy en desacuerdo con otros escritos que se han hecho acerca de la obra de este escritor es precisamente en la supuesta marca de su venezolanidad que hay en sus escritos. No es este el caso, al menos no en Anómala: aparte del lenguaje y la conjugación verbal, la obra de Ronald Delgado no busca una ciencia-ficción «venezolana» sino que explora temas universales, principalmente la simbiosis entre el hombre y la tecnología. Pero este tema viene dado a partir del individuo, no de la sociedad, por lo que salvo en muy contadas excepciones (como esos primeros dos cuentos especulares ambientados en Japón) sus argumentos podrían estar localizados en cualquier país y daría exactamente lo mismo.

Dicho esto, la sorpresa más agradable con la que me he topado en el libro ha sido su sensación de continuidad temática en la corta pero breve obra de su autor, un fenómeno que en lo personal siempre me ha fascinado y que aquí se explora más que en su libro anterior, La tierra del cielo sin sol, el cual sí era un poco más disperso en cuanto a la temática de sus cuentos. En este libro no ocurre eso, y de hecho el autor pareciera querer dejarlo muy claro a través del uso continuo de un juego de espejos y reversos que enlaza varios de los relatos que componen la antología. Ya hacía mención arriba de Ningyö y Kioko Blue, los dos primeros relatos que cuentan en esencia una misma historia contada desde dos perspectivas diferentes acerca de la robótica japonesa y su tendencia lúdica. Lo mismo ocurre en cierto grado con relatos como D.1.0.S y Anómala, que tocan cada uno a su manera el tema de la realidad aumentada y la necesidad de los usuarios de permanecer en un mundo virtual.

Esto último me lleva quizás a los aspectos que no me han convencido tanto. Mi principal displicencia probablemente tenga que ver con un elemento estilístico que se repite prácticamente en todos los relatos del libro, y es que el autor abandona el cuento justo en el momento en que este parece llegar al principal punto de interés, lo que da cabida a una sensación un tanto anticlimática. Esto detalle, presente como decía en casi todos los relatos, se vuelve más frustrante en aquellos cuyo «desenlace» acarrea consecuencias para la trama un tanto más globales como puede ser el caso de Anómala o D.1.0.S. (que en mi opinión me parece el mejor cuento del libro a excepción de ese título que forma una analogía demasiado obvia). Otro aspecto mejorable, siempre desde mi punto de vista, es cierta tendencia por parte del autor a dar cabida a reflexiones un tanto fáciles en las que la tecnología es vista desde una perspectiva maniquea, como si la voz detrás de los relatos realmente viese en la tecnología un peligro. A veces, debo decir, esta idea es tratada de forma muy digna, pero en ocasiones me ha chirríado un poco; en Anómala, por ejemplo, se llama a los libros en papel como «libros de verdad», lo cual resulta paradójico teniendo en cuenta que la antología se ha editado en formato electrónico.

Pero en realidad estas son quejas menores. No sé si Anómala será el mejor libro de relatos de Ronald Delgado hasta la fecha, pero sí me ha parecido el más ambicioso y el más centrado en los temas que a juzgar por su obra anterior le apasionan: la inteligencia artificial, la preferencia de lo virtual por lo real y el en ocasiones alienante poder de la tecnología. Pienso al leer varios relatos en la fantástica exploración que el autor ha venido haciendo de estos temas y me pregunto (no sin cierto dejo de culpabilidad por la presión que esto pueda significar) cuánto tardará en darnos una novela en la que alguno de estos temas sea llevado hasta sus últimas consecuencias. 

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Tres versiones de Blancanieves

En la primera de una serie de entradas que tocan el género de fantasía en la literatura y el cine, pensé que sería una buena idea dejar por escrito un par de ideas acerca de tres versiones cinematográficas de Blancanieves y los siete enanos que he tenido la oportunidad de ver en los últimos meses. El motivo de esto no es sólo la coincidencia temporal sino también el hecho de que las tres versiones intentan alejarse, cada una a su manera, de lo que es el relato original y la forma como normalmente se ha llevado a la pantalla. 
La primera de estas películas es Blancanieves: la verdadera historia (Snow White: A Tale of Terror, 1997), un telefilme de la cadena Showtime que, tal como lo afirma el título, reinventaba el cuento de los hermanos Grimm en clave de historia de terror gótico, una tendencia muy probablemente animada por la notoriedad que en los noventa alcanzaron títulos como Drácula de Bram Stoker (Bram Stokers’s Dracula, 1992), Frankenstein de Mary Shelley (Mary Shelley’s Frankenstein, 1994) o incluso Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire, 1994). La fidelidad con la historia original es más bien poca, algo que está más que compensado con la forma en que la película toma decisiones arriesgadas en cuanto a la forma como tradicionalmente se ha tratado este cuento. Entre dichas decisiones está la banda de forajidos que sustituye a los siete enanos, la ruptura de la clásica historia de amor al hacer que Blancanieves se prende de uno de los bandoleros dejando a un lado al príncipe, y sobre todo la mayor atención que se presta a la reina malvada, quien es la verdadera protagonista de la historia. La reina es el personaje más complejo de la película, la que tiene la evolución más pronunciada y sobre todo la que cuenta con la mejor interpretación gracias a una soberbia Sigourney Weaver en el papel. El tema de la magia negra está muy bien desarrollado también y contiene alusiones bastante fuertes al incesto y el canibalismo que no desentonan con la crueldad del cuento original. De las tres versiones que mencionamos hoy, esta es probablemente la mejor con todo y las limitaciones impuestas por su formato televisivo. 
La segunda versión es Mirror, Mirror (2012), una producción de este año dirigida por Tarsem Singh, un director de origen indio famoso por la grandiosidad visual que imprime a sus obras y que en el pasado ha hecho subir varios enteros a películas que normalmente no pasarían de ser meros sub-productos. Con un tono diametralmente opuesto al ejemplo anterior, la película de Singh muestra la historia de Blancanieves como una simpática e inofensiva comedia de fantasía no muy diferente a lo que en su momento fue la cinta de Rob Reiner La princesa prometida (The Princess Bride, 1987). En esta ocasión la película también resta importancia a Blancanieves para hacer mayor hincapié en su malvada madrastra, interpretada aquí por Julia Roberts, quien borda el papel al mostrar a la reina como un personaje malvado pero lleno de picardía y con un sentido del ridículo admirable. Tiene mérito que diga esto porque la Roberts nunca ha sido una actriz que me caiga particularmente bien, pero aquí reconozco que está fenomenal y logra dar con el tono preciso en una cinta que se muestra en todo momento luminosa y ligera sin llegar a ser condescendiente con el público. Es quizás el único ejemplo reciente que puedo encontrar de lo que en otro momento se conocía como «cine familiar», algo destacable en una época en que las películas para niños y las películas para adultos parecen estar cada vez más diferenciadas. De las tres versiones es quizás la menos ambiciosa y la estética grandilocuente de Tarsem Singh le da un aspecto artificial como si fuese una obra de teatro filmada, pero aún así es muy recomendable dentro de su ligereza y candidez (únicamente la representación del espejo mágico y el espíritu que dentro de él habita otorga un punto tenebroso a la película). Aparte de eso tiene la que sin duda es la más guapa de las tres Blancanieves aquí mencionadas.
La última y más reciente de estas tres versiones es Blancanieves y la leyenda del cazador (Snow White and the Huntsman, 2012), también de este año y anunciada y anticipada desde hace ya un tiempo. De las tres es quizás la más ambiciosa comercialmente hablando, y aunque no es lo que se dice una mala película, sí es aquella en la que sus carencias se hacen más evidentes. Agradezco sin duda alguna el que intente hacer con la historia algo distinto al convertir el cuento de Blancanieves en una épica de fantasía al estilo de El señor de los anillos (influencia que se hace más que obvia a lo largo del metraje) y muestra sin duda grandes aciertos de estética que la acercan a otras películas de aventuras un tanto oscuras como Willow (1988), de Ron Howard, pero en ocasiones es demasiado solemne y gran parte de su material está tomado con una seriedad tan exagerada que la adentra en los terrenos de la comedia involuntaria. Parte de este fallo viene dado por un guión bastante caótico y un poco efectivo elenco en el que destaca una sorprendentemente nefasta actuación por parte de Charlize Theron como la reina malvada. Los protagonistas no es que estén mucho mejor, con una Kristine Stewart bastante fría y Chris Hemsworth haciendo lo que puede con un personaje totalmente prescindible para la película (lo digo en el sentido más literal: a pesar de estar en el título, el cazador realmente no aporta nada al argumento y podría perfectamente haber estado ausente). La película tiene sin duda sus aciertos en todo lo que concierne a las artes de magia negra de la reina y su recreación visual, pero sufre con su descafeinada y sobre todo inconclusa historia de amor y un regodeo un tanto morboso en el imaginario cristiano que convierte a Blancanieves en una especie de santa virgen completamente fría e inaccesible más que como símbolo para fanáticos religiosos. Esta idea está claramente evidenciada en el tramo final de la película y choca de forma frontal con el eco-paganismo mágico de la que sin duda es la mejor escena de la cinta: una visita a un bosque mágico que no es sino un plagio de La princesa Mononoke (Mononoke-hime, 1997). No tengo nada en contra de esto (de hecho, si vas a plagiar algo mejor que sea algo bueno) pero no hace sino demostrar que el guión es en gran medida un batiburrillo de grandes éxitos fantásticos que han funcionado en el pasado, hasta el punto en que deja de lado incluso el propio cuento de Blancanieves; no deja de ser significativo que esta es la única versión del cuento (hasta donde sé) en la que el espejo mágico no tiene un papel importante. Hay una escena en la que tiene relevancia, por supuesto, pero sospecho que está allí más bien por compromiso ya que la película deja bien claro que el espejo no es la fuente de los poderes de la reina.

De forma que esas son mis impresiones de estos tres ejemplos de Blancanieves que he visto recientemente. De las tres, recomendaría sobre todo la primera, pero las tres versiones son tan diferentes que pueden ser disfrutadas cada una por lo que és. Una cosa que las tres tienen en común y que me llamó la atención, sin embargo, es la presencia de una subtrama que pone a Blancanieves encabezando una lucha armada contra la reina, lo que por fortuna habla de una revisión de los cánones clásicos por parte de la narrativa actual. En todo lo demás, cada versión es lo suficientemente distinta para hallar cada una su propio público.