Tenía expectativas muy claras cuando comencé a leer esta novela, y esas expectativas se debían no sólo a lo mucho que me había gustado la novela anterior de Víctor Blanco, Crónica del rey cautivo (Libros.com, 2014), sino también a que tenía muy en cuenta las preferencias tanto de Blanco como de su co-autor Gonzalo Zalaya en lo que se refiere a la literatura pulp. Hay mucho de eso en esta primera parte de Delbaeth Rising (Ronin Literario, 2016), cosa que ya debería quedar clara por el título en inglés de la novela y sobre todo por la sencillez de un argumento que se presenta de forma mucho más líneal de lo que suele ser en la fantasía heróica de los últimos años.
La trama del libro es en ese sentido muy básica y tanto Blanco como Zalaya echan mano de un imaginario fantástico ya establecido al presentar a su protagonista Delbaeth, un elfo que ha pasado más de un siglo luchando como gladiador hasta que un día es liberado y se ve empujado, en parte por obligación moral, a una misión de la que depende el futuro del reino, misión que se ve entorpecida no sólo por la brutal inestabilidad del protagonista sino también por sus propios deseos de venganza. De entrada esto ha sido lo que más me ha gustado de la novela: la sencillez del argumento, el enfoque en lo estrictamente local (no se trata de «salvar el mundo» sino de resolver un conflicto inmediato) y el carácter específico y claro de los villanos y del verdadero peligro al que se enfrentan los héroes. Hay algo de intriga política, por supuesto, pero esta es sabiamente mantenida en un segundo plano y los autores no se pierden en descripciones acerca del mundo en el que se desarrolla la historia. Esto, que puede parecer poca cosa, es sin embargo uno de sus mayores aciertos ya que mantiene la novela enfocada en su argumento principal y hace de su lectura algo ágil e interesante, ciertamente en concordancia con ese espíritu pulp al que me refería antes y que aquí parece ser lo primordial.
Siguiendo esta misma idea, está claro por dónde van las intenciones de Delbaeth Rising gracias al énfasis que da a las escenas de lucha, que componen el grueso de la novela. Las intenciones estéticas de ese estilo que últimamente se conoce como grimdark (término que uso con cierto recelo y que sólo saco a relucir porque los propios autores lo han mencionado en más de una ocasión) están definitivamente presentes en el regodeo absoluto en la violencia, la brutalidad y el castigo inclemente que sufren los personajes principales, a los que no se les ahorra ningún tipo de sufrimiento. Esta crudeza es visible no sólo en las escenas de acción sino también en el uso por parte del protagonista de un lenguaje abiertamente coloquial y «moderno». Este último punto quizás sea el único aspecto negativo que puedo señalar del libro; puede que sea algo personal y definitivamente valdría la pena discutirlo de manera más extensa, pero por lo general soy contrario a que los personajes de relatos fantásticos hablen como nosotros. Muy a menudo esto es un recurso que se utiliza para hacer de los personajes (y de la fantasía como tal) algo más cercano pero en mí tiende a causar más bien un efecto contrario.
Pero dejando esto de lado, es un muy buen libro de fantasía heróica y un digno heredero de ese estilo desenfadado que busca emular. Probablemente sea poco para aquellos que busquen una obra de fantasía más arriesgada, pero tiene un gran manejo de la acción y sabe mantener el interés por la trama gracias a un argumento al que se la ha dejado sólo la parte magra. Es por este motivo que hubiese deseado que fuera un libro autoconclusivo pero no es así: el final abre la puerta a una continuación tan pulp como esta primera parte, y aunque hubiese sido mejor que el arco argumental de Delbaeth tuviese algo más de cierre, he disfrutado mucho con esta primera aventura como para reclamarle eso. Si te gusta la fantasía violenta y centrada en los personajes, entonces échale un vistazo a este libro. No todo es brutalidad: también hay momentos de humor, algunos muy buenos como ese curioso encuentro intertextual en el «Bosque de las maravillas». Por este y muchos otros motivos pienso que vale la pena.